Envío desde el lugar de mi destierro (cama con gripe) un archivo sensible (formato .odt, da ist nein) que los destinatarios esperan como agua de mayo. Me siento un hombre moderno, me gustaría sentirme un hombre antiguo.
Otra cosa, con el fin de evitar esta incomprensión a la que nos arrastran los planes de estudio: Kant señala la imposibilidad de un conocimiento puro, exacto, ¿matemático?, de uno mismo. De uno mismo como es en sí. Entonces, lo único que podemos saber de nosotros mismos es lo mismo, se conoce del mismo modo, que conocemos de los demás. Vemos a los demás por fuera: sus actos, sus voces, sí, pero nunca sus intenciones. ¿Cómo se miden las intenciones? Pues también a nosotros mismos (no podemos renunciar a esa idea de que somos nosotros mismos, que cada uno de nosotros somos distintos, únicos, hasta nos podemos creer eternos en la infancia), también nosotros nos vemos obligados a conocernos no como somos en realidad, ¿acaso somos capaces de señalar nuestras propias intenciones?, sino “por fuera”: nuestros actos, voces, el funcionamiento de nuestro cuerpo y el funcionamiento de nuestros sueños y deseos. ¿Quién que sueñe puede presumir de que es él el que sueña, y que no es soñado? Que se note que convencí al tribunal de que había leído a Kant, aunque no creo que los convenciera de que lo había entendido bien.
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