12 de marzo de 2011

Journal psycho-physique, VIII

43 min. de barro a través + otros siete de vuelta a casa más en espíritu que en vida terrestre. D + stá decir que completa/ fuera de forma, lo cual es comprensible dada mi difícil pre-senectud o senectud a secas y para qué nos vamos a andar con txiquitas. Me sientan como una patada: el barro en sí, el barro como Idea o protoidea (idea sin perfiles, incoada), las cuestas arriba y las cuestas abajo, y más las segundas que las primeras, porque en ellas la rodilla hace memoria.

¿Qué es lo que nos falta? ¿Por qué este desasosiego, romántico, me dicen?

***

Lockeana ad hoc: comprendo un poco los riesgos más que posibles del en el fondo no tan idílico como pareciera estado de naturaleza del filósofo inglés John Locke cuando paso por delante de las muchas casas (cottages?) de los muchos ingleses que viven por aquí. El perro que dejan suelto por la calle, al lado del camino de tierra (carril), y que no suele ser fiero (que no lo es, porque si no yo no estaría aquí), es como ese punto en que la defensa de la propia libertad y confort (la defensa de todas aquellas entelequias y materialidades que el filósofo whig designa con el marbete común de “propiedad”) se sale de madre o de razón e invade la libertad del otro (un runner de week-end, yo). Para ello, para que no se multipliquen los ladridos y las molestias de una vida demasiado cínica (hacia el otro, burguesa y hasta encastillada hacia dentro) se inventaron las cercas para los animales y los hombres, las cadenas y las reglas. En algún punto de ese proceso de reflexión social la cosa se torció y se llevó demasiado lejos, temiendo los sabios, en un exceso hobbesiano, que los seres humanos fuesen incapaces de entenderse en libertad sin leyes positivas y en ese momento surgieron los bufetes de abogados, cuyos honorarios son carísimos y las consecuencias terribles.

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