Invocaste, compañera, en la misma puerta del templo del saber y la modernidad (muy impropiamente conocido como instituto de secundaria), la mala fe sartreana. La mala fe que mienta Sartre, la mala fe que no se aplica a sí mismo. Capaz, a la altura de 1945, con lo que... , de poner en la paleta de los conceptos la periclitada libertad del pecador, esa misma autonomía que pena nada más echarse a andar.
Mala fe la hay, no lo voy a negar, en el determinismo de los científicos sociales (aprendices de ingeniero brujo). Pero, ¿es otro el fatalismo que se enquista en la voluntad de quien sabe que al actuar ejerce un mal? ¿Le gusta? Quizás posea algo de sádico, de chic...
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