Pocos inventos mejores que el de las carreteras, para huir del viento y del frío... a cualquier parte. Una carretera destroza el paisaje, hiende la tierra. Eso dicen, man. Basta con concederle sus derechos a la Victoria de Samotracia (a cualquier Victoria de Samotracia) y levantar un poco el pie del acelerador (yo cumplo las normas a rajatabla, como cualquier español) y mirar a uno y otro lado: el blanco de las flores de los almendros, que caen con gravedad de mariposas esparcidas por el aire. El verde de los pinos jóvenes plantados en serie, las casas desperdigadas a lo lejos, en el llano o en la falda de la montaña, y en esa misma montaña, en los picachos de sierra, los restos de la nieve. Hace frío, al salir del coche. Pero es un frío soportable, y el sol alumbra alegre, y una música tranquila y las noticias deportivas entretienen a los no muchos parroquianos de esta hora. Sierra de Baza.
... Cómo me gustaría que vierais lo que yo veo. Sin duda lo veis. La humanidad es igual en cualquier sitio. La naturaleza tampoco es diferente.
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