Presos del encantamiento, nos olvidamos de los esencial: que únicamente aquellas aserciones que incluyan, de una o de otra manera, las condiciones de su desmentido, deben ser dignas de ser reputadas como científicas. El pretender tener razón a toda costa, y peor aún si se logra, no indica más que un escolasticismo trasnochado, y confundir la astucia privada con la verdad pública y eterna.
El derecho que corresponde al ciudadano de rebelarse contra el poder político ilegítimo, de origen o sobrevenido, de ninguna manera te da derecho a ti a proclamar cínicamente que mi supuesto derecho natural como individuo no constituye más que una ficción burguesa que enmascara una real explotación. De manera que tú puedas proclamar tu dictadura de este mundo o del otro. Mi derecho de rebelión es absoluto. Incluso contra la necedad.
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