Un joven valora la enorme pesadumbre de que cese la existencia. Entiende que ahí existe una pérdida radical. Yo no soy joven: si fuera muy optimista pensaría que me quedan cuarenta años, menos de los que tengo ahora. Aunque yo creo que no, que no llegaré. Yo sé que cesaré, que nada más habrá, más que si me recuerdan por mis hechos positivos (alguno habrá). Quedan los genes, y en ocasiones privilegiadas y rarísimas restan las palabras de alguien---
Yo no creo, pero no estoy libre de temor...
4 comentarios:
Cuarenta años, quedan muchísimas entradas que poner.
En el momento en que al ser deje de importarle ser; éste, aún siendo, dejará de ser.
Y guardias de recreo, ... Lo más indigno, cuando tienes que mirar hacia la verja y distinguir/decidir si el tipo del otro lado es el noviete de la niña que está en el interior o un peligroso narcotraficante. Es ridículo.
Jesús: ¿no me importa, luego no existo? la indifrencia sería el mejor antídoto contra el cartesianismo, la fijación por el sujeto, la identidad y todo eso... Quizás.
Sí que existe Vd., y no poco, que bien vivo que está. Sólo que en el post se confunde la indiferencia con la vida en su estado más puro: la del filósofo.
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