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7 de noviembre de 2010
Una convicción privada (que deja de serlo)
Nos confesamos sin problemas con aquellas personas de nuestro pasado con las cuales cerramos una historia o un trecho de nuestra vida. Parece que el tiempo interpuesto, entre su marcha y la conversación actual, genera confianza. Una ficción, sin duda. Puesto que el ruido se acalla (ellos se fueron), habrán de comprendernos, pensamos. Será obligatorio, sin embargo que, en tanto destinatarios de nuestra sufrida comprensión (sic), esas mismas personas, vueltas al presente, a nuestra vida vigente, se transformen en otros tantos peligros. Extraigamos, no obstante, una conclusión positiva: nubes y ruido dejan paso.
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