Un puñetazo sobre la mesa no es un cuadro de Magritte, una combinación impropia de objetos heteróclitos. Un puñetazo no es ningún objeto. A lo más, el hartazgo de los objetos y hasta del mundo. Este golpe que no doy y que tengo en mente, como un pacífico reprimido, es mi santo y seña de que estoy harto, y que no soy yo el que tiene que estar a la altura. ¿A qué altura? ¿A la de la sinrazón y el capricho?
No hay ningún poema que empiece así, pero quizás sí que terminen de este modo los malos sueños.
1 comentario:
Hay veces que tenemos que creernos lo que somos y dar un puñetazo, más que nada por nosotros mismos.
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