27 de noviembre de 2010

Realidades, III

No conozco nada más profundo que la piel (aunque, ¿qué conozco yo?). En ella van anidando los gérmenes del desprecio, quizás somos nosotros los que los vamos cultivando insidiosamente, sin saber ni cómo ni por qué. Esta verdad de las superficies, de los rasguños de la piel acaba surgiendo una conciencia herida, es la que nos va distanciando a unos de otros- y poniendo entre los encuentros, en estas ciudades imposibles nuestras, calles de hielo y silencio cargado.

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