Quién te iba a decir, oh mundo, que te ibas a hacer inmortal por un amor que das y no recibes. Tu tierra la circulan ríos que van de una ciudad a otra distinta siempre- según un decreto que fijan los astros innúmeros, del cual los hombres abominan.
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(Ánima) Tú habitas, querida mía, en una ciudad que nunca duerme, girando regular de un pensamiento a otro pensamiento que es el mismo (las pesadillas van en círculo y un péndulo cortante lo va cerrando). No tienes tu casa asegurada, ¿se te olvida esto?, aunque sabes que está en ruinas. En carne mortal te fijaste un día (demoníaca duplicidad de las palabras) y como un fantasma te mueves por la estancia sin sol, tan fría. Debajo de ella sitúa la leyenda un ancho río. Está tu ciudad en un barranco rumoroso, al que le amueblan el aire los pájaros de la mañana, y también hay una niebla que se teje en las entrañas y da una luz negra a tus pensamientos. En todas tus horas se celebra, mi alma, el oficio de difuntos- por toda esa sangre que se enfría derrotada.
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Ya verás tú si no se complica el Barcelona el pase a los octavos de la Champions.
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Ángel de la guardia.
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