15 de noviembre de 2010

Haute cuisine

Bien entendu, naturellement.

Lo mío son los arroces:

Arroz blanco gruau* con huevo frito (esto le añade el toque castellano, o bizarro) et al. (según se disponga en casa). Es imprescindible que el arroz se cueza en poca agua, a fuego fuerte y que te descuides mientras tanto**, para que finalmente la cosa no tenga remedio y te lo tengas que comer (no existe otra posibilidad). En lo tocante al huevo es preciso que quede lo suficientemente grasiento para que la acidez posterior en la digestión sea la correcta. Pueden ayudar el aceite reutilizado, así como el tomate frito (de marca blanca, que son las que contienen el mismo principio activo)***. Ojo, hay que tener cuidado con esta receta porque a veces te equivocas y lo que haces, no se sabe cómo, resulta comible sin gran menoscabo de tu salud y dignidad. A mí me ha pasado hoy. Como postre, melocotón verde, también de marca blanca (las buenas van a exportación). Para la sobremesa o más tarde, si la comida ha sido escasa (que puede ocurrir si calculas a ojo), taza de nescafé aguado con galletas.

*Gacheado.
** Resulta bastante fácil: basta con ponerse a fregar, encender la televisión y conectar el ordenador a la vez. Diez minutos después el agua ha desaparecido del cazo y el arroz ha alcanzado esa apariencia de masa grumosa deseada.
*** De más está decir que unas albóndigas "caseras" de lata representan el súmmum de sofisticación en este tema de la acidez. Mejor si has logrado requemarlas.

2 comentarios:

Juan Fco Romero del Castillo dijo...

Definitivamente, está usted en otra galaxia culinaria

Martín López dijo...

... y mental.