2 de noviembre de 2010

Denuncia

Son tus aficiones un fuego de artificio continuado. Crees encontrar autenticidad* en el producto mediático y glamuroso  (sector levemente marginal). Realmente pienso que hallarías más espíritu en la conversación escuchada al azar en un día ventoso de mercado.

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Te llama la atención el elemento novedoso, el dislate, cierto desorden en el que todo da más o menos igual, la edad lo mismo que la sabiduría, o sus contrarios. No sabes valorar a quien rinde cuentas de su vida y pronuncia un sí o un no sosteniéndose con el único motivo verdadero. Dice sí y no adora: ofreciéndose nada más que como es, sabio, bueno, errado en el sistema elegido de sus estrellas fijas.

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Yo nunca renuncié a la verdad de lo que siento y sufro, no sé impostar la voz, ni gasto bromas con el mundo y sus gentes. No las entiendo, mi ironía tiene las alas cortas, y no me dedico a jugar con lo serio. Tampoco entiendo el cine: un mero subproducto del individualismo de mercado. Esto último lo comprendí, me supongo, en el año 2007, uno de esos días que estaba hastiado de existir. No supe dejar de vivir, creo que no sé, y que mi voluntad es demasido acérrima, así que solamente renuncié a entretenerme con ficciones, unos meses después de que decidiera dejar de investigar sobre ellas. Han pasado desde entonces tres años, tres años que son un mundo si los sucesos se cargan y disparan, y he llegado a aprender algo más, dentro del mismo esquema de ideas que ya en aquel momento me guiaba. Solo que... ay, admiro cada día más la presencia errante de los perros y su peculiar moralidad. Me fijo bastante en ese muchacho (perro) que mueve la cola cuando me ve y todavía se cree que yo podría ser su amo y bueno. Si supiera... (si supiera que al sufrir yo me tengo que inclinar al mal).

*Sublime término (vid. T. W. Adorno).

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