4 de noviembre de 2010

¿Cómo no seguir leyendo?

No sé, atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por así decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me causó especial extrañeza, aquella en la que decían que teníais que precaveros de ser engañados por mí porque, dicen ellos, soy hábil para hablar.

Competencia lungüística y mentira; abuso racional; mala gestión de la cosa pública... Hilos diversos o el mismo hilo...

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