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14 de mayo de 2010
La A.
Hace frío y no es frío lo que hace. Quiero decir que se está bien está noche, oyendo el viento, dejándolo que se pase –fresco- por entre la camisa. Se puede soportar, por unos momentos. Es de los fríos que te hacen vivo, como un dolor pequeño que te avisa. Están luego los fríos blancos, mortales, hechos para destruir a los hombres. En realidad, éstos, los hombres, con muy poco pueden conformarse. Casi nada necesitan. Ni compañía precisan- dicen. Los hombres, y las mujeres, pueden vivir en su soledad, con muy poco, con lo mínimo. Un vaso de vino, quizás, un viento de mayo. Hasta las palabras que piensan o que escriben pueden ser las de otro. Éste no lo sabrá, posiblemente, jamás. Sin embargo, sus palabras, esparcidas al azar de una conversación, insustancial o no, representan algo así como la verdad que tiene que acompañar al vino para que el hombre sea hombre y esté contento con la creación. Esta noche y todas las del mundo. Aunque no estuviera él para advertirlo y para decirlo. Ser.
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