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21 de mayo de 2010
Llegaron
Eran unos pensamientos horribles, esqueletos o raíces de pensamientos que no debieron salir de su lugar en la tierra. Moraban bajo tierra y estaban hartos de la costumbre de su encierro. De la arcilla húmeda, de su olvido estaban cansados. Querían un esprit frère y dieron conmigo esta tarde, esos malditos gusanos de los pensamientos. Sí. Que vacían de sangre las entrañas. Vienen a entablar conversación sin que se lo pidan (yo por lo menos no), y sin apenas advertirlo ya han desamueblado las estancias. Fuera –les grito en silencio, y se marchan con su frufrú de falsos. Hacen como que se van. Se agazapan, realmente, en la próxima esquina, listos para reemprender su conquista. Yo no les invité, esta misma tarde que un toro corneó a J. A. Yo no pido nada. Me conformo con lo que me vayan dando: con palabras sueltas como las migajas que los viejos dan a las palomas ociosas en las plazas públicas de las ciudades del mundo. Aprendí a no desear nada, a saber lo que quiero, guardando la distancia, fiándolo al destino. Finjo más personas en mí de las que podré albergar en toda mi vida.
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