Termino un libro: Mal de escuela, de D. Pennac. Lo irritante de la autobiografía/ensayo de sociología escolar (no sabría decir con más concreción el género del libro) del autor francés es su coincidencia (la correspondencia de su lenguaje, de su estilo mental, de su tono lírico) con cualquier demagogia ministerial, con independencia del país. A cualquier político le conviene un misionero del voluntarismo.
Hay párrafos que salvan esta sospechosa apología del milagro en sociedades complejas de niños clientes (¿de verdad se puede contra la razón oculta de la bruja márketing?):
«Hoy en día existen en nuestro planeta cinco clases de niños: el niño cliente entre nosotros, el niño productor bajo otros cielos, así como el niño soldado, el niño prostituido y, en los paneles curvos del metro, el niño moribundo cuya imagen, periódicamente, proyecta sobre nuestro cansancio la mirada del hambre y del abandono.
Son niños, los cinco.
Instrumentalizados, los cinco».
Pero yo sigo pensando que los milagros individuales no constituyen la legitimación de ninguna teodicea, y que pensar en esos términos de las buenas intenciones salvadoras (Dios ausente o abucheado) corresponde a la sintomática de las culturas decadentes.
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