18 de enero de 2007

Los parques

"Alfabetización", Miguel Marañón Ripoll, en Abcd, 13 de enero de 2007

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El tempo de la técnica no coincide con el de la cultura.Ésta exige la integración, un espejo individual y reflexivo, limitado, autoconsciente. Finalmente fracasa. Al contrario, los ciclos largos de la técnica son colectivos: una mala compañía, una urgencia innecesaria para la reflexión. He aquí el absurdo de querer fijar el horizonte de un saber en el tránsito (continuo, continuado): la materia y la forma de lo cognoscible, hic et nunc.

Qué pronto se nos olvidan Kant, los límites de la experiencia. Con cuánta prontitud se nos pide volver al prejuicio, al absurdo -de nuevo: dejar los libros para aprender a leer. Demasiadas contradicciones. A no ser que no se trate de aprender, sino de un desaprendizaje; de acabar con los límites de la experiencia por el expediente de disolverla. Oh tiempo de religiones de metal!

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(Pessoana)

Andan con su destrucción a cuestas, sus miserias, entregados a lo que sucede y es inevitable: el paso del tiempo con la caída del sol, cada día. No es cómodo encontrarse con la misma gente, a la misma hora. Conviene poner distancias, un descanso entre las miradas, lo que dices tú y lo que yo oigo, y a la inversa (¿dejar vacantes los sentidos?); dejarnos estar, pues podemos tan poco.

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El tiempo mide la destrucción. Eso lo han sabido los filósofos, cuando han tratado con la vida, invirtiendo los términos de la realidad: eternizando -queriendo- un continuo de destrucción; nombrando sustancias, realidad, dioses; ejemplos imaginarios, presencias.

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