31 de enero de 2007

La obsesión de los lunes

(Lo ajeno y lo propio)

Pasa a ras de tierra, en el extremo de la transparencia del pensamiento a sí mismo /(una vez que ha cesado, o casi)/, que sólo ha conocido -inmotivadamente, a su parecer- en las cimas del star system.

Lo normal son los pequeños miedos: el conducir con lluvia, las obligaciones y errores de un padre, pensar /él/ que nunca se ve capaz de abandonar un curso de intenciones que no le conviene /nada/. Así, cuando mira la nobleza y la dedicación en un rostro, cuando lo observa de nuevo, el fruto del trabajo del tiempo y de las manos, no sabría guardar rencor. No digo que sea bueno ni útil guardar rencor -demasiado bien conoce la esterilidad de envidias y ambiciones!-, sino que se fija sólamente en las lineas de la cara y olvida lo demás, equívocos y desaires. Ojalá pudiera olvidar que es culpable. Porque, acerca de la nobleza que quiere observar, él dudaría mucho en confiar que también sea suya. ¿Puede sostener que carece de esa virtud, presumir de falta de nobleza? No, ya que es pequeño y sólo se agarra a lo que finge, /un aire fugaz/ /los aires fugaces/.

(Los pequeños viajes que emprende en tardes lluviosas deprimentes, le tienen que asegurar lo poco que sabe. /Pues esta tarde se acercó a la biblioteca municipal de H.O./)

***

¿Qué significan esas cosas para ti? Hablar, y esta visión fugitiva que tienes ahora, cuando puedes verlo, viejo y ciego, deslizándose, fiado a la memoria sólo, noche tras noche por los pasillos, hasta su muerte.

Enero de 2007.

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