22 de enero de 2007

Frente del norte

El frío que pasas cuando atraviesas los puentes de A., justo antes de que anochezca por completo, te resarce de aquello que te ves incitado a escribir.

La ciudad, con sus partes alta y baja, se sitúa a los costados de una rambla, una avenida seca, que en ocasión de inundaciones ha podido hacer mucho daño.

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Asimismo conoce el miedo, el ridículo, cuando está a punto de ser atropellado esta misma tarde, sorteando los coches.

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No puedo dejar que me venza el entusiasmo. Aunque siempre se dan razones para poder dudar de cualquier cosa, para no tener que esperar nada, o para esperar lo contrario -sostenía. Ése era el atrevimiento con el que daba comienzo a su noche.

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¿Qué agudeza de alcanza? Impresiones sueltas: el frío en la cara, la alegría que te produce pensar en si habrá enrojecido a causa del viento que viene helado, aunque después te imaginas que extras algo pálido... Pensar que tienes que escribir esto mismo, cruzar los pasos de peatones, y acordarte de que andas algo despistado, también cuando conduces. Pero no debes darle demasiadas vueltas. Lo anotas y lo absuelves. Ya estás acostumbrado.

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