Como yo no pretendo poseer ingenio
propio in nullo modo, me conformo, aquí, en el interior de
provincias, sin veleidad ya de buscar fortuna en la capital,
circunscrito meramente a la tarea de administra mi peculio como
buenamente se me alcance, me conformo, es lo que quiero decir, con
escribir sobre los periódicos. Mejor planteado: con escribir,
comentando, a partir de lo que otros más capacitados que yo, han
puesto negro sobre blanco en las rotativas de tirada nacional
fundamentalmente. Así, en El país, me encuentro hoy con dos textos:
uno del filósofo Reyes Mate sobre la culpa moral, otro de Rafael
Sánchez Ferlosio sobre el proyecto de Eurovegas y la ciudad de
Madrid. En cuanto al primero, sin que logre hallar nada especialmente
novedoso o llamativo, tengo que decir, sin embargo, que me inquieta.
En especial por las implicaciones de un concepto, el de “culpa
moral”, que o bien tiende a quedarse en lo evanescente y pío, o
por el contrario quiere pedir demasiado, y a poner como existente o
normal aquello que quizás no lo sea. No sé si se me fuerza a creer
que el faktum moral consiste en la identidad entre personalidad
lograda y sentido de la compasión hacia el mal ajeno, recreando de
algún modo lo que yo entiendo que significa el socratismo en moral.
He de reconocer, después de todo, que no está mi cabeza ahora para
muchas abstracciones.
En cuanto al texto de don Rafael, no
puedo resistirme a mencionar el resquicio ético que idean la
presidenta de la Comunidad madrileña y Mr. Adelson: en Eurovegas, a
manera de alternativa a su actividad normal, quizás poco edificante
aun para mentalidades liberales, se realizarían “convenciones”
(alas cursivas aparecen en el texto) sobre temas de la agenda
política y social actual. Si se me permite, podría pensarse
igualmente en implantar por allí un instituto de Bachillerato de
aquellos por los que se pirra la memoriosa melancolía de E. A. A fin
de cuentas, la instalación iría en consonancia con la querida
premisa del concepto liberal de educación: la vinculación entre el
contenido de la formación y las posibilidades de empleo. Al final
del texto expresa R. S. F. un pensamiento al que solamente alguien
como él puede osar: nada más y menos que el de una especie de
“proposición indecente”, cerrando de esa manera el círculo
abierto con el título de su texto, “Luces de neón”.
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