Nos emociona que los hombres agradecidos se emocionen. El almeriense (el habla almeriense) suena horriblemente mal, cuando los almerienses la escuchamos como desde fuera. Consiste nuestro triunfo, inesperado triunfo, que en esta tierra casi siempre olvidada (no os creáis, tuvimos una época de esplendor, en el año de Maricastaña, cuando estaban los moros) encuentren los de fuera el amor y la pesadumbre, un oasis de vida que les cuesta las lágrimas a ellos cuando se van y a nosotros si nos dejaran.
Eduardo D. Vicente, Almería, Memoria compartida, La voz de Almería. (Que conste que yo al autor no lo conozco absolutamente de nada, ni tengo ningún interés en el periódico editor. Esto es nada más que publicidad gratuita porque me da la gana. Bueno, y porque el libro vale la pena para los que somos aficionados a estos asuntos de la memoria, una vez que no pudimos practicarla a tiempo y ya no hay remedio. Aparte, el autor narra muy bien: con claridad, sencillez y emoción. Un lujo. 12 ers. nada más. Repito: no tengo ningún interés particular. Crítica objetiva, nomás.)
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