Balbuceamos. Lo sabemos, que fue así, porque lo hemos visto en otros. Aprendimos a hablar y luego a escribir. A punto estuvimos de volver sagradas las palabras. (Gracias a Dios no creemos en nada, ahora.) Tiempo después comenzamos a darnos cuenta de la existencia de una caja de herramientas arrumbada por allí, en la casa antigua. Y conforme íbamos dudando (no llegamos a descreer de repente sino después de un largo proceso) de las palabras y de las cosas íbamos advirtiendo a la vez lo anticuado y carente sentido de las herramientas de la caja, y nuestra enorme ingenuidad por haber pensado durante un tiempo, demasiado, que con lo que allí había podíamos lograr algo: abrir un camino, roturar un terreno y cultivarlo para poder vivir tranquilos.
Cuando llega la tarde un hilo, casi nada, de humo tenue, casi inexistente, se levanta en el lugar mientras yo me alejo. No sé lo que significa nostalgia, aunque pienso que podía haber sido de otra forma.
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