10 de agosto de 2011

Futuros exveranos

Salir de noche, en el sureste anochece antes, no sé bien por qué; salir a deshoras, cuando no se ve a nadie por la calle, tan sólo unas luces aquí o allí, entre las palmeras de las casas de los ingleses, o es que yo las estoy imaginando. Unas luces, y en la casa de al lado me figuro, están las puertas abiertas, que los niños juegan y los hombres y las mujeres hablan. Yo no lo sé. Yo he salido a deshoras, ¿por qué me voy a inquietar por las costumbres? El clima o el tiempo: es todavía verano, no se puede negar con estos días tan crudos, sofocantes, y ya se anticipa que dejará de serlo, y que estaremos, dios quiera, para ver esta desaparición de la luz asfixiante y bienhechora de agosto. En las playas, también aquí. Quedará el rumor del vaivén del agua, desde lo eterno, allí en el mar; aquí, este cielo gris y húmedo, que le presta su color y que lo ama.

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