La causa no es la causa,
sino la ocasión
(viene la tormenta
cuando está cargado el aire).
Alguien grita
y otro lo escucha
y se pregunta
por qué no también él:
explota el esqueleto,
la anquilosis de los días,
las sanas costumbres
(los pájaros del campus
alzan un vuelo simultáneo).
Están demasiado cargadas
la cultura y las maneras:
la comunicación se ha quebrado
en mil idiomas,
o un millón de soledades
(en Madrid)
que comparan
lo que tienen
y lo que podrían ser.
Que ven la promesa
de lo que no son
y que no tienen nada:
a lo más una mercadería barata
(como les dijo el profeta
decimonónico)
donde se refleja su ser.
Los sacerdotes ex cathedra
ruegan que digas que sí,
que des tu carne cansada
al espíritu contante y sonante
(in dollars we trust),
que ningún padrecito
renuncia a su espíritu santo.
Tú también, querido,
dirías que sí,
si a estas alturas
confiaras en algo.
...
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