Mientras tanto, sentado en el borde de un bancal, iba leyendo a Adela Cortina, que uno no abandona sus perversiones de la noche a la mañana.
Ah, no. Yo ahí no llego, yo ahí no puedo seguirle... Yo lo más que he hecho fue llevarme el Réquiem de Rilke al bar a ver la final de la Eurocopa... y ganamos. Gol del niño Torres. Mano de santo: libro que me llevo, final ganada. Mundial incluido, ofcors (¿era uno de Leo Strauss?*, no me acuerdo ahora). Para que digan que la cultura, y la filosofía, no sirven.
*El libro, no el gol, que fue del beato Andrés Iniesta.
2 comentarios:
Tiene usted mi admiración incondicional.
En mí tiene Vd. a un humilde servidor. Y fiel lector.
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