6 de noviembre de 2010

Élan

(Mientras los dioses estén ausentes no hay que tenerle miedo a la muerte, nuestro ser más propio, al decir de R., y contra Ep. Entre los simples elementos se puede vivir bien.)

Se habían retirado los dioses, los antiguos, del mundo, y el nuevo, el destructor, no se había hecho con el mando. Estaba la tierra en suspenso, lo mismo que la conciencia de los hombres, sin dueño en Quien creer.

Algunas piedras al borde de los caminos, algunas ruinas en el interior de los bosques, acogiendo el son monocorde del viento que juega con los árboles cuando nadie escucha, o en la cima del otero los restos de un templo de culto olvidado, recordaban en el vacío solar, sin término, la presencia de la edad perdida y la añoranza de la nueva. También había islas y ríos, un mar y conversaciones breves entre las gentes. Al escucharlas se podía creer que esperaban algo.

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