8 de junio de 2014

Al final, asomado al cantil de su futuro, aparece un hombre solo cuya vida depende, por su propia decisión, de lo que sobre él decida su hijo, el rey de España. (V. Prego, en El Mundo)
No se haga leña del árbol caído,  ni disparemos con nuestra memoria. Se debe ser generoso, y pensar que quien no fuera rey ya estaría jubilado hace diez años. Dan miedo los hombres solos, y tien una virtud los reyes, la de ser pharmakoi, chivos expiatorios,  culpables y dialécticamente reparadores del desorden social. Un rey a mano concentra nuestras cuitas, dispone un objetivo al que culpar, sedientos de justicia como estamos. Quizás sea bueno que así sea, y que el sacrificio viene con la testa coronada, siempre de espinas. Pero por una vez nos convendría a los ciudadanos ser magnánimos, acopiar virtud de reyes,  y dejar a los reyes sin jefatura una calle tranquila y soleada por la que poder llevar su vida y memoria. (A cada uno lo suyo: aplico la figura del pharmakos a SM, valiéndome de lo que escribe horrach - blog que enlazo -, que no sé si va con esa intención.)

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