La madre casi nonagenaria de Borges le espeta a su hijo, sexagenario muy bien cumplido, lo siguiente, en la librería bonaerense donde trabajaba el joven Manguel, que lo refiere en su Historia de la lectura: ¡No sé por qué perdés el tiempo con el anglosajón, en lugar de estudiar algo útil como el latín o el griego!
Esto debió ser muy avanzados los 60...
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