Se lo oí decir hace muy poco a mi madre de casi 89 años pero muy lúcida: “Ví todo esto en los años 40. Yo era joven pero me acuerdo muy bien. Fue espantoso. Creí que nunca más lo volvería a ver… Pero, fíjate, ahí está.”***
Lo peor no son los sacrificios de los padres en el altar de la competencia y la eficiencia. Un hombre mayor está acostumbrado a cruzar plazas vacías y heladas esperando que en casa estará mejor. Lo peor son los sufrimientos y sacrificios de los hijos. Contempladas a esta luz las palabras de los gobiernos son pura bazofia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario