Descree de las grandes figuras del toreo académico en el ámbito de las ciencias sociales. Quizás sea grandes únicamente porque sueltan las trolas más grandes.
Nos extravían o embrujan mediante el continuo recurso a los encantos de la hija casquivana de las matemáticas, la estadística. Consiguen que nos fijemos solamente en el encasillado numérico y en la magia de las transformaciones mediante fórmulas. Consiguen que nos olvidemos de todas las variables (precisamente variables y precisamente ellos) que dejan fuera, soslayadas.
Cualquier hombre de buen sentido encuentra mejores argumentos. Básicamente encuentra el mejor de ellos: la prudente duda frente a los argumentos dogmáticos, precríticos, prekantianos. Esos que mezclan la acción de la voluntad radical con las causas mundanas, fundiendo lo que disolvió la antinomia para siempre.
Si los sofistas hubieran dispuesto de las herramientas del cálculo estadístico hubieran enviado a Sócrates extramuros de la ciudad, y ahora el señor ministro no tendría que proponer la retirada a corrales (por él, el toro sutil) de la historia de la filosofía ad maiorem glorian productivitatis atque efficientiae.
Me hace gracia ver y oír a un ex ministro de la educación “excelente”,
como fue Rajoy, hablar del Informe Pisa. Con garbo, morena.
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