Érase un país que se mereció no tener interés por la historia de la filosofía. Tan sabios y superiores habían llegado a ser, estos hidalgos perennes, que pudieron menospreciar esta parte de la tradición europea.
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Tan abiertos eran los españoles de entonces que el De revolutionibus copernicano pudo ser adoptado como libro de texto en la muy católica Universidad de Salamanca en el año 1561, ni veinte años después de su publicación original, póstuma y como hipótesis matemnática, según el editor y prologuista Osiander (AAG, op. cit. p. 224)
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