Bernard-Henri Lévy, en El país:
De nada me sirve recordar que nosotros, los europeos, no somos los más indicados para dar a nadie lecciones de humanidad revolucionaria, pues tenemos sobre nuestras conciencias las masacres de septiembre de 1792, así como a las mujeres rapadas tras la Liberación, a Mussolini colgado boca abajo y ultrajado, a los Ceausescu abatidos como animales y tantos otros ejemplos de "grupos en fusión revolucionaria" que, según Sartre, en el calor de la acción, se transforman en "jaurías linchadoras".
(…)
O bien este crimen cometido en grupo es, como la decapitación del último rey de Francia, según Camus, el acto fundador de la era que comienza, su reflejo anticipado, lo cual sería terrible...
O bien no es un comienzo, sino un final, el último sobresalto de la edad bárbara, el fin de la noche libia, el último estertor de un gadafismo que, antes de expirar, ha necesitado volverse contra su autor e inocularle su propio veneno: pasado ese momento de exorcismo, la batalla por la libertad retomará su curso -aleatorio, sembrado de trampas, pero, en resumidas cuentas, más bien afortunado y fiel a las promesas de la primavera de Bengasi.
Esta segunda hipótesis me parece hoy la más verosímil. Debemos ayudar con todas nuestras fuerzas para que, efectivamente, sea la que tome cuerpo. Es más que un acto de fe: la Libia libre no tiene elección.
Pues las lleva claras... Opinar contra Camus. Grueso atrevimiento el de estos jóvenes filósofos. La tercera generación: después de Atenas y del s. XVIII. Una broma.
Infamias, naturalmente.
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