Acaso la propia dimensión del desastre lo disminuye al ser considerado por todos una anomalía irrepetible. Desde luego, relativiza e incluso ennoblece el de 1950. Lo suaviza al no dejarlo aislado, en su unicidad culpable, frente al espejo de la Historia. Le descargaría de responsabilidad y repartiría, dividiéndola, la carga de frustración y amargura colectivas que el país arrastra como castigo divino por un pecado desconocido, pero sumamente grave. (El Mundo)
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9 de julio de 2014
Futbología de la historia
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