4 de agosto de 2010

No es mi memoria tan traidora...

El vino triste

Cada vez que me siento en el rincón de una fonda
a tomar mi grapita, no falta el pederasta
o los niños que gritan, el desempleado
o una bella muchacha que va por la calle
y todos me rompen el hilo del humo. «Así es, jovencito,
se lo digo en serio, trabajo en Lucento».
Y la voz, aquella voz angustiada del viejo
cuarentón –no lo sé– que me apretaba la mano
una noche de frío, y después me acompañó
hasta mi casa; jamás olvidaré mientras viva
ese tono de vieja corneta.
No me hablaba del vino; conversaba conmigo
porque yo había estudiado y fumaba la pipa.
«Y el que fuma la pipa», exclamaba temblando,
«nunca puede ser falso». Asentí con un gesto.
...

En Visor, las Poesías completas de Cesare Pavese. Por favor.

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