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4 de febrero de 2015
El insigne periodista no era capaz de mirar las imágenes de horror que por oficio estaba obligado a mirar. El espanto, tratamiento de oficio. Yo tampoco soy capaz de terminar de verlas. No sé, puesto a buscar correlaciones mas o menos absurdas, sinécdoques sociales u otras figuras de retor trasplantada a la acción social, si la carencia de una etica pública fuerte tiene algo que ver con mi escasa tolerancia. O si previamente hemos tenido que tolerar tantas imágenes, que el endurecimiento con respecto a la realidad de la que manan ha derribado la conciencia moral. No sé el orden de las razones ni de las esencias..
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