Asunto diferente es que la visibilización o accesibilidad total se haga en pro o en contra, para el bien o para el mal, con fines comerciales, médicos o destructivos. Corresponde este estado de cosas, en cualquier caso, a una era que propala que el asco hacia el consumo de insectos tiene bases culturales, porque por inercia o conato naturales mantenerse en el ser a toda costa se revela como único principio.
Florece Dunkel, de la Universidad de Montana, asegura que «el 85% de las especies de insectos en EEUU tienen un alto potencial como fuente de alimentación». Y Laurie Keeler, de la Universidad de Nebraska, considera que hay que «tirar la barrera cultural» de las sociedades occidentales: «hemos perdido mucho tiempo temiendo que los insectos nos cayeran en la comida; ahora queremos alentar a comerlos». Esta corriente está generando iniciativas emprendedoras, como Chapul Criket Bars, la primera compañía de EEUU que usa insectos como fuente de nutrición. (El Mundo)
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