Seguimos con don Aquilino, que escribe lo siguiente:
Ese planteamiento de la enseñanza es lo que se despacha en esta época de relativismo cultural con el término peyorativo de “nacional-catolicismo”. A ese “nacional-catolicismo” se debió, dicho sea entre paréntesis, que la llamada “Formación del Espíritu Nacional” quedara relegada a la humilde condición de asignatura residual o complementaria en compañía de la Religión y la Gimnasia. El hombre clave de esta política fue el jerezano José Pemartín, procedente, como su ministro Sáinz Rodríguez, del cuadro de colaboradores del dictador Primo de Rivera y verdadero autor, con la colaboración del P. Zaragüeta, del plan de estudios del 38. Muchos años después podía escribir el P. Jesús Aguirre: “En España Pemartín nos libró, ayudado un poquito por Franco, de la revolución nacional-sindicalista”.
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