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14 de mayo de 2014
Imágenes abstractas
Nos ataca una extraña piedad cuando componemos mentalmente la figura de un borrachín portugués cuarentón, castigado el hígado por el aguardiente, cazalla, que conoce su debilidad y quizás se compadece de sí mismo y anticipa y nos lega a nosotros, sabedor de que no cuenta con mucho tiempo, las palabras más claras que vienen de un sentimiento arrasado por la fragilidad reconocida, asumida, puede que hasta querida. Está sólo y nos anticipa a los demás la autocompasión que, cada uno a su turno, nos corresponde. Le tenemos que odiar por hacer eso, por escribir lo que es nuestro. (¿Quién le da permiso, a él, que no nos conoce de nada?) Sin embargo él es Pessoa y es dios.
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