Los exámenes no tienen fin... pero caerán...
No se puede vivir de las analogías weimarianas, pero sí malvivir de nuestra ignorancia de la historia. O quizás es que esta no es más que un barniz que el hombre concede a la constancia del hombre. Para hacerse una ilusión.
Las imágenes periodísticas de C. Lagarde y S. S. de Santamaría apuntando con el dedo me recuerdan los carteles del tío Sam convocando a las armas, y hacen pensar en el derrotero extraño que ha cobrado la filosofía política cristiana. Un absurdo, una boutade mía, sin duda. El dedo que llama y que parece que inculpa. No el reino en otro lugar, sino la cárcel en este mundo, a ver si arraiga la ilusión del otro.
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