En nuestro país, décadas de adoctrinamiento en la ignorancia instigado por una mafia política agresivamente analfabeta han desprestigiado y casi extinguido el amor por el saber, lo han convertido en una especie de antigualla sombría que solo es tolerable si la reduce a unas cuantas pildoritas de colores administradas lúdicamente y con el adecuado envoltorio tecnopedagógico...
Con 2 ko-xo-nes. ¿Es que no?
Y luego esto, porque M. M.-L. murió en un pueblo costero de Almería, al que parece que se había retirado por no sé qué cuitas:
Miguel Martínez-Lage murió cuando lo estaba traduciendo /el libro que reseña A. M. M./. Puedo imaginar cómo disfrutaría con ese trabajo, él que amaba tanto la buena prosa en inglés.
Aquí.
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