11 de diciembre de 2008

Práctica de la confesión

Culinaria: a fuego lento, el tiempo necesario; condimentar al gusto---

Existencia: lo peor no es la refracción de tus actos en las bocas de otros, porque eso tú lo desprecias. Lo que tú temes es ponerte en boca tuya, desplegar cada uno de tus hechos, despiezarlos, pormenorizarte en lo que tienen de risible. A fuego lento…

Tumbado, el dolor empieza en la región presuperciliar, de adentro afuera, bajando por la garganta hasta concentrarse en náusea, en la boca del estómago.

Despierto, el sol cae lento sobre los ojos pesados, cae grave sobre los ojos torpes y cansinos: angustia, viejo sabor. Mano lenta que escribe frases de una música ausente o disonante---

Ruido, ¿de dónde viene?

...

Al cruzarte con él, si esto hubiera de ocurrir en este palacio de hielo de los ecos solitarios, será inútil el desplazarte un poco hacia un lado, interponiendo un cuerpo entre los cuerpos, queriendo esquivar la sonrisa inevitable y las palabras que vienen tras los dientes. Cualquier resolución nocturna tomada la desarma el sonido: inquietante y amable. El sonido no puede ser familiar. Tienes cuerpo y mente demasiado lentos, no distingues el yo del tú. Por esa razón el hermoso sonido tiene que venirte de otra parte, y no puedes achacarlo todo a los ecos palaciegos.

En ocasiones así surge la tentación de descansar: olvidar, cambiar. En ocasiones así cualquier cosa dicha es intercambiable con cualquier otra. Los pronombres se cambian en su contrario, amado y distante.

La tentación de descansar, pero la lengua va por otro lado y la mano le acompaña fiel. Ella sí. Ella no ha de dejarte y buscar su felicidad lejos. In a foreign country.

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