4 de diciembre de 2008

Aceptación

Un criticista moral incoherente en su práctica, pero lógico en los principios teóricos, debe aceptar, evidentemente, la validez imprescriptible de la norma y, como una consecuencia no deseada aunque perfectamente deducible de ella, la autodestrucción personal consiguiente a una infracción patológica. Ha roto, empíricamente, con el sagrado deber, embriagado quizás por el aire fresco. Qué menos que coadyuvar al restablecimiento del equilibrio quebrantado con la ascesis más dura posible, la de su persona como ser en el mundo, i. e., dotado de fama o bien visto.

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