14 de julio de 2008

Un hombre severo...

... y un funcionario menor de la humanidad---

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¿Magrittismo? Quizás---

Aunque no se aprecian bien las ventanas.

¿Ahora?

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El lenguaje no esconde el mundo: lo crea -como inmundicia.

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"Ten cuidado, si hay silencio, de que no haya desprecio."

De toda esta literatura consiliaria (afirmativa o perentoria) se extrae, con suerte, un esquema de funcionamiento social; de manera que la conversación privada que se quebranta, por el miedo de uno al otro, transmútase, por el vicio de universalizar, en espacio de indiferencia o anomia social.

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Hay quien habla -porque tiene voz: para salir en la portada del periódico- y no es más que una rata moral.

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Para quitarme el mal sabor del inmoral:

Hay una hermosa entrada (¿epígrafe?) en Pensar de V. Ferreira (ed. El Acantilado) que localiza la memoria personal (los padres, la casa) en el mito del hombre maduro, o de la mujer madura (en el mito que producen). Este ser no se engaña ni engaña: se ha hecho responsable de su lenguaje; el logos de un ser para sí.

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La forma general del deber ser libra de responsabilidad al hablar: condenar moralmente, si el que lo efectúa se aparta voluntariamente de la obligación de dar públicas razones y nombres, ateniéndose a las leyes, no quedará demasiado lejos de la contradicción práctica; y, por lo tanto, de la inmoralidad. Que era la única infracción que el juego parecía haberse prohibido a sí mismo.

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No nos extrañemos, a causa de esto mismo, de la seriedad del que se declara fingidor en su misma puerta.

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