30 de diciembre de 2006

Acotaciones

Eduardo Hojman: "Artículos a la deriva", Abcd, nº 778, 30dic.-5enero de 2007

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"Más allá de las intenciones originales del autor": De eso se trata, realmente. Pero no creo que alguna vez haya sido diferente, que el sentido leído haya servido para transparentar la intención de quien escribe. Esto pertenece a la simpatía, a las maneras de la psicología antigua, que pretende para la mente la objetividad positivista, o pretende su prestigio. Si me fío de mi mala memoria, si atiendo a mi peor comprensión, la querella de las intenciones, primeras y rebuscadas, debía corresponder a un conflicto de Facultades: al modo de las disputas teológico-filosóficas de la era kantiana. (Irónicamente, si Kant pudo pensar en dejar establecido el territorio y métodos de toda metafísica con vocación científica, ni la cosmología ni la psicología, ni mucho menos la teología, pueden pensar en unos logros definitivos: sus hallazgos poseerán todo el prestigio prestado de la luz informativa de los mass media, pero pocos avales científicos.)

Las intenciones se pierden, se perdieron: por el camino de las interpretaciones diferenciadas de la tradición, en el transcurso de las épocas, cuando cada una de éstas era comprendida como unidad, modo de producción, era, cultura, edad... según el enfoque y la fe que cada uno tuviera. Pero también comprendemos nosotros, tardomodernos, que las épocas, las culturas y los queridos modos de producción han desaparecido para siempre: ahora las interpretaciones plurales son instantáneas, también los malentendidos, las tergiversaciones. ¿Quién se acuerda de la intención significante, apenas leído? ¿Quién lee pensando en/con la intención? Puesto que no se respeta la intención autorial (¿el autor sería el que posee intenciones significantes?, ¿definirían sus proyectos su condición?), tampoco cabe hablar de usos derivados o torcidos, de empleos arbitrarios de la escritura ajena. Por otra parte, el empleo de la lengua es anterior a las codificaciones burguesas de la autoría y la propiedad intelectual. De ahí que la arbitrariedad, el azar y la falta de control no deban sorprender demasiado, por ser mecanismos conocidos de la formación y desarrollo de los lenguajes (otra cosa sería el speranto, una lengua de palo, más muerta que todas). Si Internet sirve para trazar un nuevo escenario del mundo, una nueva representación política de todo el complejo de realidades humanas, personales, sociales, tecnológicas, jurídicas, científicas, etc., pensar en un nuevo lenguaje resulta lo más evidente, y también en las reglas que lo gobiernen. Yo no conozco más que la de responsabilidad, veracidad, honradez y cortesía. Es una regla plural, ciertamente.

Pero es bueno pensar que Internet implica una posibilidad magnífica de actuar contra los abusos de los gobiernos, pues permite el milagroso intercambio de opiniones no censuradas. Nada más que opiniones, pero nada menos. Por mi ocupación profesional de docente nouniversitario tengo cierta experiencia acerca del abuso a que puede dar lugar la circulación verticalizada, tradicional, de las informaciones, con independencia de las fuentes de los mensajes, políticas, pedagógicas, desde la cátedras universitarias, o directamente informativas. Literalmente, la información se cae encima de uno, como un shock o como una catarata, y es imposible responder de igual a igual. Cualquiera que se dedique a la enseñanza nouniversitaria (según la neolengua) sabrá a lo que me refiero. Pero no es éste el tema (I´m sorry), sino la incapacidad fáctica de responder a "informaciones" que, a veces, podrían ser tomadas por acusaciones de estar cometiendo (prácticamente) un delito. El experto "universitario" puede soltar una barbaridad calumniosa, pero al destinatario de la andanada (aquí sí cuentan la intenciones; no las del decir, sino las del hacer) no le queda más recurso que intentar la vergonzante carta al director, la sección de los lectores, y a esperar. Pues bien, con la escritura electrónica esto se acabó, gracias a Dios, espero. Con tal de tener paciencia y ganas se pueden emitir dos enunciados de protesta contraargumentadora por cada uno de los que contenga una barbaridad injuriosa. Por lo menos se puede poner en marcha la discusión. Aquí el producir mucho ruido no acalla las voces, aunque el exceso de letra pueda terminar ahogándonos, es verdad. De eso se trata, en el fondo, de ser sujetos de la mejor manera, no siéndolo, no viviendo por debajo (según la raíz de la palabra "sujeto"), en cualquier clase de sumisión. Un hombre con un arma en la mano genera sumisión, lo sabemos perfectamente, también la genera el sentido único, administrado, gestionado, expertorizado... de los discursos.

Yo estoy muy poco dotado para el pensamiento abstracto, necesito pensar en situaciones, recomponiendo lo que quiero decir, imaginando estados de naturaleza, o el día de antes (¿la isla?). Así se me ocurre imaginarme una cárcel de la escritura; sin saber cómo, el hallazgo magnífico de hombres antiguos y venerables ha sido puesto a resguardo de las miradas ajenas, en templos secretos, inaccesibles, de los que sólo se sabe con temor y en voz baja... Pienso que la escritura necesita del aire y de la luz, exclaustrarse, y nunca se dará bastante las gracias a los conventos por servir de reservas de transmisión de la cultura antigua, del humanismo. La imprenta sacó la letra de los monasterios, y de su forma más pura, el claustro de las universidades, llevándola al amplio público de los lectores. Quizás sea ese el sentido de cualquier ilustración, el crecimiento del cuerpo social de los doctos. Esto requiere libertad y circulación real de los saberes (comunicación y discusión pública de la información). Pues bendita sea Internet si acuerda con esta definición-intención emancipadora. ¿Qué perdemos? Desde luego el prestigio y autoridad de la autoría, empezando por los legítimos derechos de autor. Porque los malentendidos interpretativos no cuentan. Siempre existieron y son plenamente humanos, propios de una condición de ser terriblemente limitada por el tiempo de la vida y sus males, la educación recibida, la disponibilidad de tiempo libre, etc. Esto no significa ninguna muerte del autor, porque yo pienso que vive más que nunca (y que el Gutenberg electrónico puede ser hasta el lugar de una novela: ¿pero qué quiere decir esto?, ¿una escritura pública, que reniega de su vida privada, viviéndola para otros?), de una manera que no se esperaba, también es cierto. Por eso sólo le cabe al autor arriesgarse, y no abrigar ningún temor por ello. Sólo realiza la condición normal de la lectura, en todas las épocas, vacilando en los inicios: creo que la posición de autor nace entre iguales, de un intercambio previo de lenguaje que da, ¿cómo?, lugar a la aventura de desplegarlo en un segundo plano, imaginario, reflexivo, autorreferencial, ensayador... Algo de eso debe ocurrir con el apasionante mundo nuevo de los blogs. A este respecto, yo no hablaría de la lectura como objeto, de reflejos y reflexiones de un pensamiento en la mirada de los demás. La lectura representa una acción de la inteligencia, el punto de vista de la comprensión. No encuentro raro que la adquisición medieval de los tesoros de cultura del humanismo antiguo pasara por el método del comentario: una forma de respeto que luego podrá ser lo libre que desee.

Cambian los odres, el vino siempre es el mismo.

1 comentario:

Eduardo dijo...

"Por eso sólo le cabe al autor arriesgarse, y no abrigar ningún temor por ello". Lástima que el autor de este blog no se arriesga, y prefiere escudarse en el anonimato, lo que echa por tierra cualquier pretensión de autoría generada a través del diálogo y del intercambio.