13 de noviembre de 2022

Cdnv

 La ciudad solar es su hermana simétrica, ajena a inviernos. Los convalecientes, emergidos de sus catacumbas, cruzan la carretera portando sus sillas y se instalan en el aparcamiento abandonado del cuartel militar. Una piedad anónima ha quitado la cadena de la entrada, para que los enfermos puedan recibir la luz y el calor en sus cuerpos destemplados. El lugar no puede ser más desolado: suelo de cemento con grietas y algunos yerbajos luchando por salir. Lo mismo que ellos. El viento que se cuela por la valla de alambre es la voz del alma suspendida.

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