21 de septiembre de 2014

Encantados de habernos conocido

Un navegador con diez pestañas abiertas en nuestra pantalla nos puede convertir en seres dispersos y despistados, y perjudicar sensiblemente nuestro trabajo. A mí, en cambio, según dicen los que me rodean, me convierte en una persona hiperproductiva. Pero solo tras pasar por un largo proceso de adaptación, entrenamiento y evolución de mis procesos de trabajo. Mi hija, sin ese navegador, no es capaz de trabajar. ("No, Nick, no hemos llegado aún", en El País)
En cuanto a lo siguiente, llueve sobre mojado, desde Atenas por lo menos, y trae a la palestra la eterna cuestión pedagógica del aprendizaje de una forma o técnica sin el blackground de contenidos o una disposición adecuada del educando:
Hoy creemos que los niños se están volviendo idiotas porque en lugar de estudiar para hacer un ejercicio, simplemente copian y pegan un texto encontrado en la web, sin ningún esfuerzo ni aprendizaje. Pero lo que ocurre en realidad es que estamos juzgando a esos niños por cómo usan una tecnología, cuando les pedimos que solucionen con ella un problema planteado absurdamente. No, el efecto de esa tecnología no se puede medir ahora: solo será justo evaluarlo cuando los métodos con los que les enseñamos, en lugar de buscar el desarrollo de la memoria, se hayan adaptado para desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la validación de información o el contraste de ideas.
Aparte del constructo-espantajo que se infiere de los subrayados (una mala praxis Vs. un venturoso proceder) en el que no creo que muchos quieran reconocerse.

Cui prodest, Dr. Dans?

1 comentario:

Juan Fco Romero del Castillo dijo...

¿Sólo 10 pestañas?