29 de octubre de 2008

Mensajería

A propósito de Kafka, veinte años después de su muerte, reproduce H. Arendt el texto de Benjamin sobre el ángel de Klee (en Ensayos de comprensión, Caparrós Eds., 2005, p. 97).

Nunca dejará de darnos que pensar el soberbio fragmento sobre el horror del progreso. El ángel lo contempla y se retira a su paraíso, atraído por el viento invencible que desde él lo llama. Klee y Benjamin, creemos, han puesto carne y cara al amor aristotélico, a la impersonalidad de esferas y motores. Pero no terminamos de querer creer en esta retirada de los dioses del tiempo de los seres humanos. ¿Por qué esta condena de abandono y desamor eterno?

Podríamos verlo de otra forma más benéfica: no es el paisaje el que se mueve al paso del tren, no es el mensajero el que se retira y se reserva para él el paraíso. El mito de WB no cuenta los desastres del progreso desde el fin o el transcurso del tiempo, sino que da a pensar lo que sucede al principio: la expulsión del edén, la pérdida de contacto con lo divino, la nostalgia.

No se cuenta la falta de meta de la historia, sino más bien su origen y la apertura de un campo de posibilidades para los hombres solos.

...

¿Qué tipo de mensajero es éste, que calla o que está mudo? ¿Cuál es el horror que descubre? No es el pasado histórico lo que lamenta, es la piedad por los hombres futuros… Kafka de Praga escribirá de la sociedad o de la gracia. ¿De qué otra cosa escribe Benjamin, si no es del aislamiento de la libertad, de los pactos que deben vencer la soledad, del miedo que produce todo el trabajo por venir… ¿ ¡El trabajo!

El texto de Benjamin es éste, en la versión de A. Serrano de Haro, en el libro citado:

Que el texto no diga lo que yo escribo, que inequívocamente señale hacia el pasado, no ha de prohibirnos pensar en lo que habría atravesado por las mientes de un creador hipotético, puede que inexistente.

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