Gumersindo de Estella, nombre religioso de Martín Zubeldia (1880-1974), acompañaba a las víctimas en camioneta desde la cárcel hasta la tapia del cementerio y les daba la extremaunción entre el fusilamiento y el tiro de gracia. No solo presenció las ejecuciones, también el robo de niños, como describió en su diario: “¡Por compasión, no me la roben! Que la maten conmigo’, gritaba una. ‘¡No quiero dejar a mi hija con estos verdugos!’, exclamaba la otra. Se entabló una lucha feroz entre los guardias que intentaban arrancar a viva fuerza las criaturas del pecho y brazos de sus madres y las pobres madres que defendían sus tesoros a brazo partido”. (El País)
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2 de abril de 2014
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