27 de mayo de 2020

Trinidad del Santo Camino, antes de retirarse de anacoreta en la comarca de Guadix, regentaba un pequeño estanco a la ribera del río. Herencia de un tío suyo, inválido en la guerra, se ganaba Trini el sustento sin lujos ni estrecheces, llevando el mediano pasar que envidia el mundo. No por necesidad y si por el aguijón de la curiosidad, abrió en la trastienda escuela clandestina de Gramática y lógica; lo primero por el buen decir, lo segundo por el bien pensar. Le dio, y es un decir porque solo figura anotado en sus memorias de monacato, el título francamente epatante de El Metre a penser . Iba con segundas. Extrañamente las picaduras de tabaco y demás géneros menores que compravendia, se convirtieron en la tapadera legal de un negocio turbio. No es sujeto inocente el logos que se pregona y se oferta contante y sonante en tarifas que no perdonan, si no quieres acabar de mala manera en el fondo del río. A tanto no llegaba Trinidad, cumpliéndose en su destino el dicho célebre de que no siempre se ajustan los hechos al guante tejido por el deseo...

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