18 de mayo de 2020

De Godofredo Malfait, individuo que alcancé a ver cuando yo era muy niño, ocupado en sus pequeñas marchanterías por los mercadillos de la comarca, nunca se conoció un mal lamento por su suerte, y en verdad que hubo razones sobradas, principiando por la guerra y la pobreza que asolaron este reino desértico y calcinado. Quizás por eso fuera su destino en la memoria particular y común el convertirse en una imagen indeleble. Constancia queda de su paso por el mundo, de sus andares, decires y haceres en un hermoso libro descatalogado de un escritor local en el que el autor logra, en breves impresiones de momentos sin data, la eternidad que no logra casi ningún impreso con más pretensiones. Diríase que el personaje es mónada en algún respecto: un alma de Dios, como pretendía el libro, en el cuerpo del mundo.

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